Islandia. Día 8: Hengifoss y fiordos del este.

Conforme íbamos descendiendo y acercándonos a la región del este el paisaje desértico iba cambiando poco a poco al verde islandés de nuevo hasta que llegamos al lago Lögurinn, donde se encuentra Egilsstaðir, la capital del este y donde aprovechamos para reponer comida y gas. A orillas del lago también se encuentra el mayor bosque de Islandia, una vista inusual en el país donde apenas hay árboles. Existen algunos senderos para recorrer la zona, pero nosotros después de dar una vuelta nos dirigimos hacia la cascada que se encuentra al inicio del lago.

Hengifoss es la tercera cascada de Islandia, encajonada entre columnas de basalto y capas de arcilla roja, a la que se accede tras una subida bastante empinada por la que se tarda 1 hora en llegar hasta la arriba. Éste fue uno de los pocos momentos en los que terminamos en manga corta porque el sol apretaba bastante con tanto ejercicio, pero mereció la pena.

Aprovechamos para comer al volver de la cascada en el mismo parking y desde allí pusimos rumbo al primer fiordo que íbamos a visitar, Seyðisfjörður. Un fiordo de fácil acceso con un pintoresco pueblo al final del camino por el que se puede pasear tranquilamente y donde se encuentra la instafamosa iglesia de baldosas arcoiris. El lugar se ha convertido en un punto de concentración de artistas y se pueden ver murales y pequeñas tiendas con artículos de decoración. Si te adentras un poco hacia el final del pueblo, desde un parking se puede acceder caminando a Tvísöngur, una escultura musical en medio de la montaña muy curiosa.

El siguiente fiordo fue Mjóifjörður, al que se accede por una carretera muy estrecha y con gran cantidad de curvas pero con unas vistas preciosas y sin un alma alrededor. Las cascadas que descienden junto a la carretera y el barco encallado en medio de la orilla le dan un toque mágico que atrapa.

Finalmente fuimos hasta Reyðarfjörður, otro fiordo pero sin nada reseñable, donde pasamos la noche.